NICARAGUA: Un acercamiento a Imabite, antigua comunidad indígena

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En las Ruinas de León Viejo, primera capital de Nicaragua, un museo muestra fragmentos del pasado a través de piezas, instrumentos y vasijas elaboradas por los más antiguos habitantes de aquellas tierras.

Mucho antes de que el conquistador español Francisco Hernández de Córdoba descubriera en ese lugar los elementos idóneos para fundar la villa, los nativos ya habían bautizado esos lares con el nombre de Imabite.

Llevaban una vida sana, respetuosa con la naturaleza, cazaban, recolectaban frutas, pescaban e implementaban la agricultura, cuenta en diálogo con Prensa Latina Martha Palacios, guía del sitio histórico Ruinas de León Viejo.

Dice también que sus creencias eran politeístas y estaban regidos por un consejo de ancianos.

En el caso de los chorotegas de Imabite las mujeres podían participar del gobierno, refiere Palacios, quien apunta igualmente que ellas intercambiaban productos en los tiangues (mercados).

Hacia 1524, la presencia allí de unos 15 mil pobladores indígenas constituyó una de las razones por las cuales Hernández de Córdoba seleccionó aquel sitio para erigir la ciudad, que se ubicaría además a orillas del Lago Xolotlán.

Para ellos era muy importante por la mano de obra, afirma la guía, quien refiere que los indígenas construyeron todo cuanto se edificó en León Viejo.

Desde la antigua Iglesia de Nuestra Señora de la Merced, hasta la casa del comerciante Gonzalo Cano o el Palacio del Gobernador, cuyos vestigios se exhiben hoy en el sitio histórico, todos llevan la marca de la explotación indígena.

Ciertas edificaciones, o bien lo que queda de ellas, reflejan especialmente algunos de los peores momentos de la presencia española en esta parte del mundo.

A la llamada Casa Real de Fundición de Oro, Banco o Casa de la Moneda, se le denominó también de los Aullidos o Lamentos, porque allí marcaban a los nativos con hierro candente para luego enviarlos a Perú o a Panamá.

Sin embargo, hubo más, y bajo el mandato del primer gobernador, Pedrarias Dávila, 18 indígenas fueron sometidos al llamado «aperreamiento», infligido por el supuesto asesinato de españoles encomenderos.

El castigo consistía en lanzar contra los hombres un grupo de perros, que los desgarraban hasta matarlos.

De los maltratos recibidos por los pobladores originarios también quedó constancia en crónicas y otros documentos de quienes defendieron a los indígenas, entre ellos el obispo Fray Antonio de Valdivieso, quien fuera asesinado por esa misma razón.

En 1550, según historiadores, descendientes del gobernador Rodrigo de Contreras mataron al obispo, y forjaron con ello la creencia popular de que las constantes sacudidas de la tierra y los males sociales y económicos que por entonces azotaban la ciudad eran un castigo divino.

Siglos después del agotamiento de la mano de obra indígena e incluso del final de León de Nagrando, abandonado por la población ante los terremotos y el amenazante volcán Momotombo, el museo dedicado a la cultura precolombina muestra la marca dejada por los chorotegas.

UN ESPACIO PARA LA CULTURA PRECOLOMBINA

Palacios detalla que el lugar expone piezas arqueológicas recopiladas en la comunidad actual de Puerto Momotombo, en el departamento de León, entre ellas, vasijas funerarias que eran utilizadas en los enterramientos.

También se aprecian incensarios para su empleo en los rituales y objetos como la ocarina, una especie de flauta de barro.

Los llamados dúhos, por otra parte, eran usados por los integrantes del consejo de ancianos para sentarse, o utilizados a manera de almohada, para reposar la cabeza, expresa.

Otros elementos interesantes y que pueden observarse en el museo resultan las llamadas estatuillas de tapaligüi, guerreros que luchaban cuerpo a cuerpo.

Cuando morían, los nativos hacían figuras de esos hombres en piedra volcánica y las concebían como dioses domésticos para pedir favores, relata Palacios. Lejos ya el tiempo en que aquellos chorotegas desandaban esas tierras, una estatua erigida en el sitio histórico Ruinas de León Viejo y que encarna a un nativo mordido por un perro recuerda los padecimientos de los indígenas y honra la resistencia de esos pueblos.

Colocada desde: http://www.prensa-latina.cu/

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